Puedo compartir —y, de hecho, comparto— muchos estilos y preferencias. A parte del estilo moderno, me gustan los muebles clásicos, los ambientes campestres, el estilo industrial, el shabby chic... En definitiva, un poco de todo. No obstante, cuando entro en un salón o comedor que no es el mío, aunque me guste, no lo siento como mío. En mi salón, nada más entrar, siento que encajamos.
Aspectos que convierten mi salón en un lugar único y especial para mí
Estas cavilaciones me han llevado a reflexionar sobre los aspectos que hacen que me sienta así. Porque, en definitiva, el salón no deja de ser un espacio con un grupo de muebles, textiles, accesorios y complementos, ¿no? Pues sí, pero no del todo...
- Los muebles los he elegido, dentro del estilo que más me gusta, pero adaptados en estética (colores y acabados en concordancia con el ambiente, el lugar, el contexto y conmigo mismo) y en funcionalidad (tamaño y más o menos cajones, vitrinas...).
- La decoración que se incluye en mi salón dice mucho de mí. Cada pieza ha sido elegida una a una y, poco a poco y de forma casi inconsciente, ha ido formando un estilo propio: el mío.
- Los recuerdos y toques personales es la parte más personal. Son las fotografías de familiares y amigos, los recuerdos de viaje y los regalos (con gusto).
- El contexto. Si te llevas mi salón a otro lugar del mundo, no será lo mismo. Otro tipo de cocina al lado, otro olor, otro vecino, otro tipo de luz que entra por la ventana, otro conserje que te informa sobre la meteorología... Lo quiera o no, el entorno es único y hace de mi salón un espacio único.
Así que... Sí, tu salón también es tu feudo, ¿verdad?